- La
víctima presenta un largo y profundo corte, casi de oreja a oreja, a la altura
de la nuez. Sea cual sea el misterioso objeto que se ha utilizado, se trata de
un corte limpio y seguido, y no se ha hecho sierra para seccionar la carne. El
corte ha comenzado por la derecha, como se puede ver observando el músculo
esterno-cleido-mastoidal derecho. Después ha seguido, en línea recta, sin
detenerse, seccionando todo a partes iguales, como si fuera mantequilla. Los
cartílagos tiroides, cricoides y demás están cortados de igual manera que los
simples músculos.
Gruenewald
grababa minuciosamente los escabrosos detalles de la muerte del economista en
una cinta de casete, como tenía por costumbre. Lo hacía acompañada por forense
local, que la observaba desde un rincón sin meterse. Aquello no extrañaba a la
detective, ya que cuando había llegado al depósito, ningún experto de los que
estaban allí supo transmitirle una teoría sólida. Era un misterio sin solución,
y en cierto modo todo el mundo confiaba en la luz que pudiera aportar la
forastera.
- ¿Qué
es ese rastro de polvo que hay en la tráquea? - Preguntó, al examinar más
profundamente el enorme corte.
- No se
lo creerá. - Murmuró el forense - Son trazas de azufre.
- ¿Azufre?
¿Qué pintan restos de azufre en el cuello de este hombre?
- Hola,
Clara. ¿Cómo va? - Ferrell ya había llegado y cruzaba la puerta
reverencialmente, como hacía siempre que había un muerto presente.
- Tenía
razón. Parece un episodio malo de "Historias para no dormir".
- A ver
si acierto - Dijo Ferrell , aclarándose la garganta - El asesino es un muerto
de ultratumba que se venga de los economistas porque... ¿Era un broker
arruinado?
- Muerte
viviente no, más bien diría que ha sido la bruja malvada del oeste. Mira dentro
del cuello, tiene los músculos tiroidal, esternotiroidal, mieloidal y escaleno
partidos; y dentro...
- ¿Qué
es esa cosa amarilla?
- Azufre.
Ferrell
se quedó pensativo un momento. Pidió al forense que devolviera el cadáver a su
sitio y ambos salieron. De camino hacia el hotel Gruenewald no paró de hacerle
preguntas y exponer teorías propias, derivadas de una decidida voluntad por
encontrar la explicación más lógica.
No fue
hasta que llegaron a la habitación de él cuando el inspector empezó a hablar
sin utilizar monosílabos. Estaban sentados en la mesa grande del comedor repasando
lo que tenían del caso, ella revisando las grabaciones y él tecleando en el
ordenador:
-
Azufre - Dijo él - Un símbolo demoníaco, ¿eh?
- No
creo que vaya por ahí la cosa. ¿Qué estás mirando?
- Información
sobre Frederic Abascal, un personaje inquietante que ha despertado mi
curiosidad.
- ¿Quién
es?
- El
profesor de David Martínez. Parece que ejerce una gran influencia en sus
alumnos, tiene muchas frustraciones encima, miente, y... Cuando le di la mano
tenía restos de azufre bajo las uñas.
- Eso
no prueba nada, Ferrell - dijo Gruenewald, escéptica como siempre.
- Es
posible. Mira, en 1986 fue expulsado del Grupo de Investigación Hawking de la
UB, que era y es el más prestigioso en su campo. Sus teorías eran absurdas y su
actitud improcedente, según lo que me han dicho cuando he llamado.
- Una
oveja negra dentro de la comunidad científica, ¿verdad? ¿Pero qué hacía? ¿A qué
se dedicaba?
- Era
miembro también del CES, el Centro de Estudios de Simbología, donde impartía
clases de metafísica hasta ser también expulsado. Creo que por las mismas
razones. Gruenewald, te parecerá ciencia ficción, pero casi todos sus artículos
defienden a capa y espada los viajes en el tiempo, la estasis temporal... el
control del tiempo.
Gruenewald
se quedó asombrada escuchando todo aquello, que no parecía conducir a ninguna
parte.
-
Formuló un método de aceleración de partículas que parecía prometedor, pero en
la práctica parecía más un ritual esotérico que otra cosa. - Ferrell adoptó esa
postura tan característica que siempre inquietaba a Gruenewald. Parecía que su
compañero le dijera con su mirada traviesa: "Ahora viene lo mejor de todo"
- He reservado una visita a su antiguo despacho, el que tenía primeramente.
El antiguo
despacho del doctor Abascal lo ocupaba ahora un investigador de energía atómica.
Toda la estancia estaba llena de papeleo medio olvidado, informes, libros de
cuentas, gruesas carpetas con material cuidadosamente archivado, un ordenador
amarillento por el humo del tabaco y las horas de estar encendido a perpetuidad...
Todo muy normal, nada que escapara de lo previsible .
El
viaje desde Montfosc hasta Barcelona había durado una hora escasa. Los
detectives habían pasado la noche planeando la visita y formándose expectativas
sobre lo que encontrarían, y al llegar al lugar se llevaron una ligera
desilusión.
- El "Manitú
" no dejó ninguna de sus pertenencias aquí. Todo el " Vudú" fue
embalado y enviado por correo.
- ¿Seguro
que no queda nada? Somos grandes admiradores suyos, cualquier cosa suya, aunque
sea una nota, nos haría muy felices.
- Miren
lo que quieran, pero no toquen nada del doctor Schlenn.
Entonces
Ferrell se dio cuenta de que el suelo era diferente al del resto del edificio,
el cual generalmente era de losa.
- ¿Esto
es alfombra o enmoquetado? - Preguntó.
- Moqueta.
Pero ¿por qué...?
Con una
sola mirada, Ferrell hizo saber a su compañera lo que había que hacer a
continuación. Ya se habían encontrado con situaciones similares en el pasado, y
con el paso del tiempo acabaron por desarrollar un completísimo código de
gestos secreto.
- Cuénteme,
señor Gavilà, ¿por qué razón llamaban el doctor Abascal "el Manitú"? –
Dijo Gruenewald; acompañando el conserje amablemente, pero con firmeza, hacia
fuera.
Ferrell
actuó deprisa. Desplegó su cuchillo con destreza de salteador de caminos y
empezó a practicar los cortes precisos en una sección especialmente ancha de
parterre libre, sin ningún trasto encima. En segundos, ya estaba extrayendo un
buen trozo del rojo enmoquetado.
- ¿Has
encontrado algo? - Su compañera volvió a entrar mientras él realizaba una serie
de fotos al suelo bajo la moqueta.
- ¿Y el
conserje?
-
Ocupado en la planta de abajo, contestando el teléfono y moviendo papeleo. Me
ha repetido que no desordenemos nada y que no tardemos.
- Vaya.
Me temo que soy uno de esos fans histéricos...
- ¿Qué
es esto?
- El
instinto no me falla nunca. - Dijo el inspector mirando triunfante a su
compañera - Frederic Abascal no sólo tenía fama de brujo. De hecho, lo era.
En el
trozo del verdadero suelo de losa que había quedado al descubierto se podía ver,
como si de un resto arqueológico se tratara, una serie de círculos concéntricos
grabados con extraños símbolos dispuestos simétricamente en sus circunferencias.
Ferrell identificó los símbolos y adivinó el resto que componía el conjunto,
que debía de ser un dibujo tan grande como toda la habitación: era un círculo
alquímico. Seguro que aquellos que pusieron esa moqueta tenían miedo de perder
el apoyo de la Generalitat si se descubrían las tendencias del señor Abascal.
( Continuará...)
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