viernes, 21 de febrero de 2014

Mal Tiempo. Parte 6

Seguimos con la historia detectivesca de Mal Tiempo. Mientras vuelven de visitar el antiguo despacho del doctor Abascal, Ferrell y Gruenewald se topan con unos hechos inquietantes. ¿Qué pasa realmente en Montfosc?


- Faltan diez minutos para que entierren al señor Martínez - dijo Ferrell, cambiando de carril para tomar la carretera del pueblo - Puede que lleguemos tarde.

- Exponme el balance de lo que hemos hecho hasta ahora, ¿quieres, Pere? Porque me encuentro en un punto que no sé qué dirección debemos tomar.

- A ver. Tenemos a un hombre que coacciona a una familia para que no explique a las autoridades los detalles más escabrosos en torno al asesinato de uno de sus miembros.

- No es seguro.

- ... Que tenía azufre bajo los dedos. La misma sustancia que has encontrado en la misteriosa herida de la víctima.

- Aunque estuvieras seguro y se pudiera demostrar, no prueba nada.

- ... Y que tiene un oscuro pasado de brujería que hizo que terminase recluido aquí, resentido con la comunidad científica que recibe subvenciones y es reconocida.

- Eso no lo llevaría a matar a un cabeza de familia que no tiene nada que ver con la comunidad científica. Además, no podemos probar que aquel grabado del suelo del despacho fuera suyo. Pere, no tenemos nada sólido, ¿me quieres decir qué procedimiento te va a...?

El cartel de bienvenida de Montfosc había quedado atrás unos metros, la espesura forestal que les rodeaba todavía era bastante abundante y no se distinguían ni las primeras casas. Entonces, cuando Gruenewald recordaba la escasez de pruebas que tenían se volvió a oír, ensordecedor a pesar del ruido del motor del automóvil, aquel ruido ominoso que venía del cielo.

Ferrell preguntó enseguida, movido por un rápido espasmo:

- ¿Qué hora es?

- Deben ser las... - Gruenewald miró el reloj, distraída, mientras Ferrell paraba el coche.

- Ahora son apenas las doce menos veinte.

El hombre bajó del vehículo. Todavía estaban en pleno bosque. Un par de kilómetros más de carretera y ya estarían en el hotel.

Gruenewald bajó también. Aquellos arrebatos ya formaban parte del particular modus operandi de su compañero; caminar solo pensando en sus cosas y no explicárselas si no se las preguntaba. Por suerte, aquella vez fue diferente.

- Diez minutos exactos - declaró, casi para sí mismo.

- ¿Cómo?

- Conecta la radio, por favor, Clara.

- ¡¿Quieres hacer el favor de explicarte, Ferrell?! - Gruenewald terminó explotando. Se sentía como un cero a la izquierda, única testigo muda del soliloquio eterno de su compañero - Desde que quisiste organizar esta excursión a la capital que parece que estés solo en esta investigación, como si te estorbara. Somos un equipo, ¡¿te lo tengo que recordar?!

Ferrell bajó la cabeza, signo inequívoco de que estaba arrepentido y reflexionaba.

- Tienes razón, como siempre, Gruenewald. Lo siento, ya sabes que a veces me dejo llevar por mis propias impresiones, olvidando que tengo al lado a una excelente forense y experta en homicidios.

- Calla, no hace falta que me pidas perdón, que no somos niños. Y ahora, ¿me harás el favor de explicarme de una vez por qué estamos parados en medio del bosque?

Ferrell metió la mano por la ventanilla del coche y rebuscó entre las cosas que tenía en la carpeta. Finalmente, de entre los papeles, bolígrafos fluorescentes, paquetes vacíos de tabaco y un largo etcétera de desechos, extrajo un reloj. Allí eran las once y cuarto.

- Este reloj siempre lo tengo aquí para hacer pruebas con campos magnéticos de alta intensidad. Cuando se cruzan ciertos campos magnéticos los objetos electrónicos como relojes o radios se estropean o sufren alteraciones de funcionamiento.

Gruenewald hizo la prueba de encender la radio. Se oyeron varias interferencias, pero unos segundos después Frank Sinatra cantaba "New York New York"...

- Siempre lo reviso antes de salir a inspeccionar un caso de los nuestros. Tiene pila nueva siempre y funciona a la perfección.

- Sin embargo está muy atrasado. - Gruenewald empezaba a mostrarse escéptica nuevamente - ¿Quieres decir que acabamos de atravesar un campo magnético ahora mismo?

- No estoy seguro. Deberíamos notado algo. ¿Sabes? Desde que entró ayer en el pueblo no lo he tocado, y misteriosamente lleva casi media hora de retraso.

- Quizás ha estropeado.

- Dímelo de aquí a una hora , ¿de acuerdo?

Volvieron a subir al vehículo, y esta vez fue ella quien condujo. Frank Sinatra terminó de cantar su oda a la ciudad de los rascacielos y el especial informativo de las doce en punto comenzaba. Se miraron de reojo.

- Gruenewald.

- ¿Si? - La voz de la forense sonaba tan asustada como la de él.

- El funeral debe llevar ya unos cuantos minutos.

Después de llegar y arreglarse mínimamente, se encaminaron hacia el cementerio poniendo en común lo que tenían.

Cuando llegaron no había empezado nada, aunque, como mínimo, la misa debería llevar unos veinte minutos.

Notaron por doquier mucha más presencia policial que de costumbre.

Apenas presentaron los respetos a los parientes condolidos. La noticia volaba por el aire: El joven David había desaparecido aquella noche de su habitación del internado, sin dejar rastro.

Como si la pregunta hubiera caído por casualidad, Ferrell preguntó por el profesor Abascal. El anciano había tramitado su baja médica esa misma mañana.

( Continuará...)

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